Equilibrando las
emociones. Del libro “Somos energía o la otra vida que no vives”.
Esta puede ser una buena propuesta para
este verano.
Las emociones como sensaciones corporales no son negativas
ni positivas. Son una reacción a una percepción o a un pensamiento.
El tiempo que permanezca esa sensación y las cogniciones que le acompañen son
las que pueden causar efectos positivos o negativos. Las emociones pueden dañarnos cuando dejan
de ser una expresión para convertirse en un estado de ánimo con poca o ninguna
variabilidad. Según Yagosesky, los estados internos que promueven
mayor bienestar son: la alegría y la serenidad, y sugiere para alcanzar la alegría, incrementar las
actitudes de gratitud y optimismo, y para desarrollar la serenidad aboga por
aprender neutralidad o bajo juicio, y relajación frecuente.
Apoyándonos en lo expuesto vamos a comenzar una tarea de
“reorientación” de nuestros estados. Desde que iniciamos los ejercicios propuestos venimos
practicando la relajación y la respiración completa y hemos comprobado que
ambas actividades nos ayudan a encontrar el equilibrio y la serenidad.
Asimismo, venimos disminuyendo la agitación anímica eliminando las emociones y
pensamientos que nos condicionan.
Ahora como seres polares que somos vamos a intentar
equilibrar las sensaciones corporales que surgen de nuestros pensamientos
desgastantes, haciendo que sintamos el otro polo de nuestra vibración
emocional. Si
sentimos rabia como resultado de un pensamiento nos propondremos sentir dulzura
provocando un pensamiento que nos haga sentir esa emoción. De la
escena de la rabia vayamos a una escena de dulzura.
Hemos aceptado que el tiempo que permanece una emoción y el
conocimiento que le acompaña es lo que puede causar efectos positivos o
negativos. Lo
mismo que los pensamientos que creamos alrededor de un evento provocan
emociones que nos dañan, podemos formular pensamientos que provoquen emociones
que nos beneficien, solo hay que mantenerlos en el tiempo. Ambos
pensamientos son “inventados”. La misma estrategia podemos utilizar para
provocar estados de alegría.
¿Cómo podemos incrementar nuestra actitud de gratitud?. El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona
experimenta interior y exteriormente aprecio y reconocimiento por lo que
recibe. Esencialmente,
la gratitud consiste en una disposición interior. Vamos a sentir
gratitud por todo lo que nos rodea. Concentraremos nuestra atención en el
sentir la gratitud y dejaremos que ese sentir se expanda por nosotros hasta que
nos llene de alegría.
Para beneficiarnos de una actitud optimista vamos a crear
imágenes donde los resultados son favorables. Utilizaremos la visualización
creativa para enfocar nuestra energía en conseguir resultados beneficiosos en
el futuro. Asimismo, intentaremos realizar un estilo de vida saludable
observando los siguientes puntos:
1. Mantenerse en forma con una dieta
equilibrada, ejercicio físico y
descanso, esta es una fórmula eficaz para compensar los efectos del estrés. La
deficiencia de algunos nutrientes puede favorecer desequilibrios físicos y
anímicos.
2. Cuida tus relaciones personales. El apoyo emocional de los seres queridos es una de las
principales garantías para la salud física y mental. Comentar las
preocupaciones en un tono distendido a las personas en quienes confías, es una
de las maneras más eficaces de reducir la tensión. Es muy probable que, durante
la conversación, surjan soluciones a tus problemas.
3. Acepta la ayuda. Las relaciones se hacen más profundas y sinceras cuando
se ofrecen y se reciben favores. Aunque nos hayan educado en la idea
individualista según la cual tenemos que bastarnos por nosotros mismos, siempre
estamos a tiempo de aprender que la colaboración es más humana y hace llegar
más lejos.
4. Ofrece tu colaboración. Los budistas
plantean como principal norma de conducta el ser útiles a los demás. Y es
cierto, no hay que pensar sólo en lo que se puede recibir, también hay que dar.
Pocas cosas producen más satisfacción que compartir lo que tienes, saber que se
ha servido de ayuda.
5. Controla el estrés. No es posible evitar todas las situaciones que producen
estrés, pero si podemos establecer prioridades y modificar actitudes (valorar
el descanso, no sólo el trabajo; no querer abarcarlo todo; reservarse tiempo
para ellos…) y aprender algunas técnicas de relajación. Sobre todo aprender a
delegar y a confiar en el otro.
6. Controla tu ánimo. Hacia el desequilibrio se va arrastrado por los estados
de ánimo negativos. Hay que reconocer los síntomas que los identifican,
pararse, no creer que son «naturales» o «inevitables» y pensar en maneras más
sanas y constructivas de expresar los sentimientos. Las técnicas de relajación,
y especialmente la meditación, son recomendables.
7. Aprende a estar en paz contigo mismo.
8. La autocrítica sin contrapartida
constructiva es contraproducente. Averigua cómo eres, qué te hace feliz y valora con
frialdad lo que puedes cambiar de ti mismo y lo que no.
9. Intenta reducir la autoexigencia y sé
realista acerca de lo que puedes conseguir. Hay que reconocer y aceptar las propias habilidades y
debilidades en el presente y a partir de ellas desarrollar y perfeccionar la
personalidad.
La energía que hemos ahorrado mediante los ejercicios que
hemos propuesto la debemos canalizar para llevar a cabo las siguientes
propuestas:
-
Mantener un compromiso con la verdad, no mentir.
-
Tomar nuestras decisiones plenamente conscientes.
-
Ser coherente con los valores sociales y personales.