Salir de nuestros propios límites es una odisea
impresionante. Salirse de la seguridad del ego, pasar de la
importancia personal y cuestionarse el comportamiento son hazañas que no todo
el mundo consigue.
Mirar desde el silencio interior lo que te rodea da la
libertad. No hay nada que te ate a nada. Es como dejarse caer a un
acantilado y volar por las lindes de tu personalidad, sabiendo que aquello es
efímero, que sólo dura un presente.
El poder no está en lo que puedas conseguir fuera de ti.
Puedes comprar cosas, tener coches de lujo, esplendidas mansiones, incluso
súbditos, pero esas cosas no te darán la libertad de ser. La libertad te la da
ser consciente del momento presente en toda su magnitud. El presente es mínimo
y eterno. Sólo tienes que cazarlo y pararlo en tu silencio interior.
Profundizar en la práctica de ser es la única tarea
interesante. Ahora podemos sentir sin razonar, escuchar sin juzgar,
amar sin esperar nada a cambio, ver dentro y fuera de lo que somos.
El dominio de la voluntad consiste en estar presente en el
momento presente, con toda tu energía concentrada en ser.
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