Para reflexionar.
¿Cuantos elementos constituyen tu red?.
Mediante las relaciones con las personas que nos rodean,
vamos tejiendo una red capaz de mantenernos en pié y con la elasticidad
suficiente para rebotar suavemente en ella y recuperar nuestra estabilidad,
nuestro equilibrio, si “caemos”. Esto ocurre si la red que hemos tejido está anudada con
amor y generosidad.
Cada vez que nos enfrentamos a una situación difícil la
presión emocional deforma nuestro ánimo. Al “caer” sobre nuestra red
de relaciones (comunicamos nuestro estado de ánimo), rebotamos y recobramos
nuestra forma original, la que teníamos antes de la deformación, si la red
tiene la energía y flexibilidad necesarias.
Si esta red no existe, o está débilmente anudada, no tendrá
la flexibilidad necesaria para rebotarnos y podemos caer aún más bajo, o
costarnos mucho trabajo la recuperación. Podríamos deducir que nuestra forma de relacionarnos
incide en nuestra capacidad de resiliencia.
¿Cómo anudar la red social?. La “conexión” con las otras personas se hace
mediante un intercambio de energía. La energía
siempre va acompañada de una actitud y una intención. No somos
conscientes de ese intercambio, pero si notamos sus efectos, los manifestamos a
través de frases como: “no se, no me cae bien, aunque no lo conozco”; “nos
vimos y nos dimos cuenta de que había química entre nosotros”; “me da buenas
vibraciones”. Hay conexiones que vienen dadas y tenemos que fortalecerlas, como
las conexiones entre padres e hijos y las derivadas de la familia cercana,
compañeros de trabajo o vecinos.
Las conexiones hay que mantenerlas y alimentarlas, si no
se secan y se desprenden. La manera de alimentarlas puede ser
mediante manifestaciones expresas a la otra persona o con la revitalización de
la conexión, dinamizando la actitud y la intención (lo practicaremos en el
taller).
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