Podríamos aprovechar estas fechas, en las que nuestras
relaciones se intensifican, para identificar con claridad qué tipo de comportamiento
tenemos.
Venimos diciendo que una persona puede ser pasiva, agresiva
o asertiva y toda la gama que pueda darse en la combinación de estos tres
tipos.
Para preservar nuestra vida, para defendernos, utilizamos
la huida, la lucha o el diálogo.
La huida es más propia de las personas pasivas y está muy
relacionada con el miedo. La lucha es más propia de las personas agresivas y
está muy relacionada con la ira, con la violencia. El diálogo es más propio de
personas “evolucionadas” y está muy relacionado con la capacidad de mantener la
templanza.
En una persona más pasiva también se dan la huida y la
lucha. Veamos dos ejemplos:
- Huida pasiva.- Es aquella que realizamos “escondiéndonos”
de las personas con las que tengamos que resolver algún conflicto, aunque este
conflicto sea “inventado” por nosotros. Si dejamos de comprar al frutero
habitual, comenzamos a dar rodeos para no pasar por su puesto de la fruta,
creemos que tenemos la obligación de darle explicaciones. También cuando no
cogemos el teléfono de alguien porque no nos atrevemos a hablar con claridad de
un asunto.
- Agresión pasiva.- Es aquella agresión que
realizamos como respuesta a la “obligación” de hacer algo que consideramos no
debemos hacer, o no queremos hacer. Si el jefe nos ordena recoger su traje del
tinte y nosotros lo “maltratamos” de manera que se arrugue para que se fastidie.
Estas agresiones pasivas suelen volverse contra nosotros. Es muy probable que
el jefe nos ordene llevar de nuevo el traje al tinte para que “lo planchen
bien”.
Reflexiona. ¿Practicas la huida pasiva?. ¿Realizas algunas
agresiones pasivas?.
Estas actitudes crean agitaciones energéticas negativas.
Potenciaremos la templanza para enfrentarnos con éxito a estos comportamientos
no asertivos.
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