martes, 17 de junio de 2014

Más cosas de la clase 33 – 3.



Equilibrando las emociones. Del libro “Somos energía o la otra vida que no vives”.  

Esta puede ser una buena propuesta para este verano.

Las emociones como sensaciones corporales no son negativas ni positivas. Son una reacción a una percepción o a un pensamiento. El tiempo que permanezca esa sensación y las cogniciones que le acompañen son las que pueden causar efectos positivos o negativos. Las emociones pueden dañarnos cuando dejan de ser una expresión para convertirse en un estado de ánimo con poca o ninguna variabilidad. Según Yagosesky, los estados internos que promueven mayor bienestar son: la alegría y la serenidad, y sugiere para alcanzar la alegría, incrementar las actitudes de gratitud y optimismo, y para desarrollar la serenidad aboga por aprender neutralidad o bajo juicio, y relajación frecuente.

Apoyándonos en lo expuesto vamos a comenzar una tarea de “reorientación” de nuestros estados. Desde que iniciamos los ejercicios propuestos venimos practicando la relajación y la respiración completa y hemos comprobado que ambas actividades nos ayudan a encontrar el equilibrio y la serenidad. Asimismo, venimos disminuyendo la agitación anímica eliminando las emociones y pensamientos que nos condicionan.

Ahora como seres polares que somos vamos a intentar equilibrar las sensaciones corporales que surgen de nuestros pensamientos desgastantes, haciendo que sintamos el otro polo de nuestra vibración emocional. Si sentimos rabia como resultado de un pensamiento nos propondremos sentir dulzura provocando un pensamiento que nos haga sentir esa emoción. De la escena de la rabia vayamos a una escena de dulzura.

Hemos aceptado que el tiempo que permanece una emoción y el conocimiento que le acompaña es lo que puede causar efectos positivos o negativos. Lo mismo que los pensamientos que creamos alrededor de un evento provocan emociones que nos dañan, podemos formular pensamientos que provoquen emociones que nos beneficien, solo hay que mantenerlos en el tiempo. Ambos pensamientos son “inventados”. La misma estrategia podemos utilizar para provocar estados de alegría.

¿Cómo podemos incrementar nuestra actitud de gratitud?. El valor de la gratitud se ejerce cuando una persona experimenta interior y exteriormente aprecio y reconocimiento por lo que recibe. Esencialmente, la gratitud consiste en una disposición interior. Vamos a sentir gratitud por todo lo que nos rodea. Concentraremos nuestra atención en el sentir la gratitud y dejaremos que ese sentir se expanda por nosotros hasta que nos llene de alegría.

Para beneficiarnos de una actitud optimista vamos a crear imágenes donde los resultados son favorables. Utilizaremos la visualización creativa para enfocar nuestra energía en conseguir resultados beneficiosos en el futuro. Asimismo, intentaremos realizar un estilo de vida saludable observando los siguientes puntos: 

1. Mantenerse en forma con una dieta equilibrada, ejercicio físico y descanso, esta es una fórmula eficaz para compensar los efectos del estrés. La deficiencia de algunos nutrientes puede favorecer desequilibrios físicos y anímicos.

2. Cuida tus relaciones personales. El apoyo emocional de los seres queridos es una de las principales garantías para la salud física y mental. Comentar las preocupaciones en un tono distendido a las personas en quienes confías, es una de las maneras más eficaces de reducir la tensión. Es muy probable que, durante la conversación, surjan soluciones a tus problemas.

3. Acepta la ayuda. Las relaciones se hacen más profundas y sinceras cuando se ofrecen y se reciben favores. Aunque nos hayan educado en la idea individualista según la cual tenemos que bastarnos por nosotros mismos, siempre estamos a tiempo de aprender que la colaboración es más humana y hace llegar más lejos.

4. Ofrece tu colaboración. Los budistas plantean como principal norma de conducta el ser útiles a los demás. Y es cierto, no hay que pensar sólo en lo que se puede recibir, también hay que dar. Pocas cosas producen más satisfacción que compartir lo que tienes, saber que se ha servido de ayuda.

5. Controla el estrés. No es posible evitar todas las situaciones que producen estrés, pero si podemos establecer prioridades y modificar actitudes (valorar el descanso, no sólo el trabajo; no querer abarcarlo todo; reservarse tiempo para ellos…) y aprender algunas técnicas de relajación. Sobre todo aprender a delegar y a confiar en el otro.

6. Controla tu ánimo. Hacia el desequilibrio se va arrastrado por los estados de ánimo negativos. Hay que reconocer los síntomas que los identifican, pararse, no creer que son «naturales» o «inevitables» y pensar en maneras más sanas y constructivas de expresar los sentimientos. Las técnicas de relajación, y especialmente la meditación, son recomendables.

7. Aprende a estar en paz contigo mismo.

8. La autocrítica sin contrapartida constructiva es contraproducente. Averigua cómo eres, qué te hace feliz y valora con frialdad lo que puedes cambiar de ti mismo y lo que no.

9. Intenta reducir la autoexigencia y sé realista acerca de lo que puedes conseguir. Hay que reconocer y aceptar las propias habilidades y debilidades en el presente y a partir de ellas desarrollar y perfeccionar la personalidad.

La energía que hemos ahorrado mediante los ejercicios que hemos propuesto la debemos canalizar para llevar a cabo las siguientes propuestas:
-         Mantener un compromiso con la verdad, no mentir.
-         Tomar nuestras decisiones plenamente conscientes.
-         Ser coherente con los valores sociales y personales.   
  

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