jueves, 21 de marzo de 2013

Ejercicio 21. Eliminar y/o prevenir emociones negativas.



Las emociones se desencadenan mediante la percepción de imágenes de acontecimientos u objetos que están sucediendo en ese momento, o bien, al recordar eventos sucedidos en el pasado. ¿Cuantas veces recordamos eventos pasados que nos provocan un estado emocional de culpabilidad?. El “dolor” emocional de entonces se repite, y los pensamientos asociados acuden para reforzar ese estado emocional que se acomoda en nosotros por un tiempo y después se desvanece, hasta la próxima vez. Si estas emociones se suceden con cierta frecuencia pueden llevarnos a un estado anímico basado en esa emoción. ¿Podemos eliminar o reducir el poder de esas emociones?. Es muy importante eliminar o, al menos, reducir aquellos estados emocionales que más nos dañan y nos condicionan, esos que de vez en cuando se cuelan en nuestra mente para darnos una paliza y después se van. También podemos utilizar este ejercicio para modificar aquellas formas de expresar las emociones que nos conducen a una manera de comportarnos no deseada.

Pasos del ejercicio:

1. dejar de alimentar a la emoción que consideramos negativa. Donde ponemos nuestra atención va nuestra energía. Si ponemos la atención en un pensamiento recurrente estaremos alimentando su emoción asociada. Si el pensamiento es desgastante o la emoción la consideramos negativa lo primero que debemos hacer es dejar de alimentarlos, no prestarles atención.

a)      Comenzaremos a escuchar, siempre que podamos, lo que nos dicen nuestros pensamientos. Pondremos especial atención al patrón de comportamiento de los pensamientos desgastantes recurrentes, esos que parecen incansables. El ejercicio deberíamos continuarlo hasta que seamos capaces de “darnos cuenta” de que el pensamiento está sucediendo y nosotros lo observamos, sin participar ni juzgarlo, solo lo observamos.
b)      Prestar toda nuestra atención a lo que hacemos ahora, en este momento. Si vamos andando nos fijaremos en cómo movemos las piernas, cómo respiramos, que hay a nuestro lado, lo que hay delante, lo que está quieto, lo que se mueve. En definitiva toda nuestra atención estará puesta en el hecho de andar, sin pensar en nada. Observaremos que estos dos ejercicios “crean” momentos de silencio interior. Ya no estamos conectados a nuestra mente, toda nuestra atención está en el ahora. Cada vez que establecemos momentos de consciencia plena del ahora, establecemos conexiones con el ser. Tomamos consciencia de ser.

2. observar la emoción. Si llega la “emoción”, ese pellizco en la boca del estómago que duele, paramos nuestros pensamientos y concentramos nuestra atención en ese dolor, en la sensación física que nos produce la emoción. La observamos unos minutos para “sentirla bien”, no permitiremos que se convierta en pensamiento y no la juzgaremos ni analizaremos y no conversaremos con ella. Solo vamos a estar presentes observándola. Después hacemos unas respiraciones rítmicas, para, según la observamos, dejar que se vaya el dolor. Después analizamos que es lo que realmente ha ocurrido. Si hacemos esto a rajatabla, comprobaremos que los envites de esa emoción son cada vez más débiles.

3. aceptar la realidad. En todos los casos los pensamientos hacen una interpretación de la realidad, una valoración subjetiva. Tendemos a pensar que somos lo que nuestros pensamientos dicen que somos, y, a veces, los pensamientos no están de acuerdo con lo que realmente es. Hay que ver las cosas sin resistencias y sin los condicionantes de la lucha interior. Hay que aceptar la realidad tal como es.

4. inventar la realidad. Nosotros podemos vivir la realidad que deseamos. Para fabricarla basta con visualizar como queremos que sea y traer junto a la escena visualizada el sentimiento asociado que queremos que tenga, y repetirlo una y otra vez, igual que hacemos con todas las realidades que vivimos. La diferencia es que la realidad ordinaria se va creando de manera inconsciente, sin darnos cuenta, y ésta la creamos de manera consciente.
 
5. hacer una caminata diaria de una hora, más o menos. En esta caminata intentaremos andar erguidos, con la cabeza alta y mirando al horizonte, se trata de percibir todo lo que nos rodea, sin pensar en nada. El paso debe estar acompasado con la respiración, debe notarse armonía, no importa lo deprisa que se ande, importa que el ritmo que se establece se sienta natural y no signifique un esfuerzo. Ayuda concentrar nuestra atención en la línea de horizonte, tratando de ver al mismo tiempo lo que está a nuestra derecha, lo que está a nuestra izquierda, lo que está encima de nuestra cabeza y lo que está a nuestros pies. Podemos comprobar que si andamos así no podemos pensar.

6. prestar atención a nuestras posturas y movimientos, comprobar si tenemos contracturas emocionales. Las emociones pueden mantener “ordenes” musculares que terminan en contracturas y se convierte en estrés físico.

7. aprender a sentarse de una manera correcta, moverse de una manera adecuada y hablar manteniendo la cabeza en una posición equilibrada tiene repercusiones no sólo en cómo uno se siente, sino también en el nivel de claridad mental.

8. observar los cambios en nuestra respiración, éstos nos informan del nivel de armonía en el que se encuentra nuestro cuerpo, y si se produce algún cambio mental y emocional. La respiración rítmica completa es el paso más directo, rápido y eficiente para acceder de nuevo a un estado de equilibrio.

9. masticar despacio, muy despacio. Si observamos nuestro estado, nos daremos cuenta de que en el momento de comer mantenemos la frecuencia de nuestras ondas electromagnéticas en un nivel alto. Vulgarmente decimos “estoy acelerado”. Con una masticación lenta rebajamos la “ansiedad” que puede ser “habitual” en nosotros. Puede ser el indicio de un estrés crónico. Digamos que estamos “educando” al cuerpo. Estamos “frenando” el bucle “adictivo” que se establece entre el cuerpo y el cerebro y que facilita el hábito de vivir en un estado de cierta ansiedad. 

Pongamos un ejemplo. Un hombre siente un acceso de dolor emocional cada vez que recuerda la escena en la que humilló a su mujer ante los amigos. Recreó la situación en la que su padre humilló a su madre delante de sus familiares, él tenía ocho años. Ahora se siente culpable porque desde aquel momento nota un alejamiento de ella, echa de menos sus caricias, y sus miradas de complicidad. Sabe que ella no ha superado aquella humillación, y el se da cuenta de que la ama mucho más de lo que pensaba.

Este hombre realiza los tres primeros pasos recordando una escena con su esposa, es la escena que más le duele. En el cuarto paso recuerda la escena, ya no siente el dolor, pero si persiste la tristeza y la soledad. Entonces comienza a modificar lo que ve, visualiza lo que quiere ver, y comienza a sentir amor por su esposa, trae el sentimiento, se lo dice con palabras, mentalmente. Nota como la emoción del amor comienza a situarse donde siempre debió estar. Este ejercicio se repite hasta sentir la alegría de amar. Cuando hace el ejercicio con su padre, mira la escena y comienza a sentir compasión por su padre y por él, hasta que siente amor.

En todos los casos, mientras observamos la emoción, analizaremos nuestro comportamiento en el suceso que recordamos, con la intención de descubrir las actuaciones que tuvimos determinadas por nuestro ego. Esas actuaciones tenemos que verlas con claridad y modificar nuestro comportamiento. Debemos aprovechar estos episodios de silencio y reflexión para comenzar a ver facetas de la realidad que antes se escapaban, o que nuestro ego disfrazaba apoyándose en los pensamientos. Es muy frecuente que culpemos al otro de todo lo que nos pasa, cuando en realidad estamos “ocultando” un comportamiento dictado por el ego.

Si los pensamientos son tan fuertes que han creado su propia historia, y además los creemos a pies juntillas, tendremos que hacer un ejercicio de identificación de la verdad. Tendremos que descubrir qué pensamiento específico provoca la reacción emocional.
Mientras mantenemos la escena en nuestra pantalla mental vamos a contestar algunas preguntas. Las preguntas tienen la virtud de poner la atención en aquello que realmente interesa. Lo primero es averiguar si lo que piensas es cierto. ¿Has comprobado realmente que es cierto lo que piensas?. ¿Cómo es tu vida cuando no tienes este pensamiento?. ¿Qué tiene que ver ese pensamiento con tu realidad de ahora?. ¿Lo que piensas es justo?, debes sentir la respuesta, no se trata de juzgar o justificar nada, solo de sentir. ¿Qué emoción se manifiesta?. ¿Está implicado tu ego?. Solo conociendo la verdad más profunda podemos iniciar la aceptación que cura.

¿Qué pensamiento me viene y me produce el dolor?.
¿Estoy convencido de que lo que pienso es verdad?.
¿Cómo sería mi vida si no tuviera ese pensamiento?.
¿He hecho autocrítica?.
¿Qué oportunidades me brinda lo que me está ocurriendo?.
¿Qué decisiones he tomado?.
¿Por qué traigo cosas del pasado a mi vida actual?. 

Estamos tratando de establecer un equilibrio emocional donde no existía. Estos ejercicios, si los realizamos con todos los estados emocionales que nos dañan, nos permiten ahorrar mucha energía. ¿Cómo canalizamos esa energía?, ¿hacia donde la reconducimos?.     

La energía ahorrada, cuando no tenemos consciencia de ese excedente, la malgastamos. Nos sentimos eufóricos y con “más ganas” de hacer cosas y nos vale cualquier excusa para gastarla enseguida, trasnochamos, aumentamos nuestra actividad sexual, discutimos o reivindicamos causas perdidas. No sabemos que hacer con ella. Observemos esos momentos y veremos que disponemos de energía extra. Esa energía excedente tenemos que invertirla en tareas que nos ayuden a aumentar nuestro “almacén” de energía y canalizarla hacia tareas de cambio.

Con esta tanda de ejercicios sobre las emociones tratamos de alcanzar beneficios como:
-         conocer qué emociones nos dominan,
-         eliminar estados emocionales que nos dañan,
-         serenar nuestro comportamiento en situaciones extremas,
-         entender mejor a los demás,
-         escuchar de manera activa,
-         no juzgar precipitadamente,
-         no dejarse llevar por la importancia personal,
-         ser mejor persona,
-         alcanzar cotas altas de armonía.


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