Callado, detrás de un suspiro interminable, dejo que lleguen
las voces que te hacen vivir en mí.
No soy capaz de cogerlas, de mezclarlas con los gritos
desordenados de mi impaciencia.
Con cuidado, las agrupo por incertidumbres, las etiqueto con
colores violeta.
Después, se que no es posible poner orden en su agitación
perenne,
se que se alteran cuando llegan las alondras dormidas.
No hay otro camino posible.
Sólo queda esperar a todas las luciérnagas que te alumbran y
dejar que suene su voz queda.
Me llena de alegría su primera exclamación.
El grito contenido por el asombro.
No digas nada, no asustes a la esencia de ser.
Monótona es su letanía como un río de lava.
Monótono es su silencio en la escucha del viento.
Ya ha germinado la palabra y empieza a construirse el
hombre.
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