Los sentimientos
trastocan la actitud.
La actitud, la forma de ser, si no está bien fortalecida,
se altera con las reacciones que tenemos ante los eventos que se nos presentan
en la vida, y entonces actuamos de manera compulsiva, no dando, en
muchos casos, la respuesta necesaria ante la situación. La actitud muestra, en
todo momento, el estado en el que se encuentra nuestra energía, cómo es su
nivel de vibración.
Existe una relación directa entre nuestro nivel de
vibración y la forma en que nos comportamos, de manera que el
“comportarnos” podemos modificarlo cambiando nuestro nivel de vibración.
También podemos cambiar nuestro comportamiento analizando “el cómo nos
comportamos” e introduciendo modificaciones “racionales” en nuestra conducta.
Gestionar nuestra actitud mediante el “control” del nivel
de vibración de nuestra energía es mucho más satisfactorio y persistente
en el tiempo, ya que vamos directamente a la esencia del ser y el estar.
Todos los factores que hemos tocado para fortalecer
nuestra resiliencia se apoyan en la actitud como enfoque de mejora.
Si aceptamos lo expuesto adquieren relevancia los “movimientos de
redistribución de la energía” y la “gestión de nuestras emociones”. En ambos
casos es muy importante identificar el sentir.
El silencio interior nos da el poder para enfocar nuestra
energía, para concentrarla en el nivel de vibración que nos permitirá:
- eliminar las emociones que nos dañan (las que vienen
mediante los recuerdos),
- llevar nuestra energía a los centros vitales,
- mantener la actitud adecuada en todos y cada uno de los
eventos que nos presenta la vida.
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