Cuando hablamos del poder personal casi siempre asoma la
idea de un poder oculto, de algo que está sumergido en la magia, o en
realidades paralelas a las que no tenemos acceso.
Esto puede ser una equivocación que aleja la posibilidad de
desarrollar nuestro poder personal, ya que lo situamos en áreas poco
accesibles. El
poder personal hay que verlo como la capacidad que tenemos para alcanzar lo que
nos proponemos, independientemente de su dificultad. En realidad no hay
nada imposible para un poder personal bien desarrollado, sea bueno o malo.
La dificultad para conseguir un gran poder siempre está en
el proceso para desarrollar el poder, no en el poder propiamente dicho.
Pongamos un ejemplo: “el hacer” que la gente que te rodea sea más feliz, es
tener poder personal. También lo es “el hacer” que la gente que te rodea sea más
infeliz.
El “cómo hacemos” se encuentra en el desarrollo del
proceso que hace que tu comportamiento haga felices, o no, a las personas que
te rodean. El comportarte pone en marcha tu poder y éste conseguirá
que las personas que te rodean sean felices y te amen o bien que te odien. El poder es la
fuerza que consigue las cosas. Tu actitud determina el qué consigue y cómo lo consigue.
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