Algunos de nuestros objetivos, o quizá muchos, se han
concretado partiendo de una frase, comentario, gesto o cualquier cosa que nos
ha llegado por azar y nos ha hecho pensar. Después, el pensamiento
se ha encargado de reforzarlo o eliminarlo.
Nuestra forma de pensar ha sido y puede ser determinante
para nuestra vida. Tomamos un camino o lo dejamos según las veces que pensemos
sobre ello. Cuando
un pensamiento sobre algo se repite muchas veces llegamos a obsesionarnos.
El objetivo a conseguir puede ser bueno o malo, ya no importa. Por eso es recomendable
parar los pensamientos y mostrarlos en el silencio interior.
En todos los casos creemos que la decisión la hemos tomado
nosotros. No es del todo cierto, lo que hemos hecho ha sido tomar consciencia
de la decisión ya tomada. Casi no podemos hacer nada sobre esas
decisiones tomadas, parece que sólo cabe llevarlas a cabo, pero no es cierto, podemos “verlas”
tal como son en un espacio de meditación.
Para manejar nosotros las decisiones “tomadas” tenemos que
reflexionar sobre ellas. Validar de nuevo los objetivos, observar
nuestra importancia personal y recordar el código ético en que soportamos
nuestro comportamiento.
El equilibrio energético en el que nos movemos puede
“filtrar” las reacciones que provocan en nosotros los envites del azar.
¿Cómo son tus decisiones?.
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