Después de repasar los factores que hemos tratado para
fortalecer nuestra resiliencia, hemos concluido que: “desarrollar y mantener una actitud
contemplativa es primordial para conseguir un alto grado de resiliencia”.
Cuando hablamos de lo contemplativo nos viene a la mente la
idea de “no hacer nada”, de sentarnos a ver como pasa el tiempo. Nada más lejos
de la realidad, una
actitud contemplativa es una actitud activa. Es mantener el enfoque
del uso de nuestra energía desde el silencio interior. Mantener la vibración energética para
afrontar con armonía y equilibrio cualquier evento que se nos presente.
Requiere una fortaleza interior que se consigue mediante el ejercitar.
Para desarrollar una “comunicación” intuitiva es importante
observar lo que sentimos ante cualquier evento que nos llene de tensión. No
dejarnos arrastrar por las emociones del momento y tomar consciencia de lo que sentimos, sin
juzgar nada, nos dará la información necesaria para establecer estrategias que eliminen
las fuentes de estrés, ansiedad o ira, que tanto nos perjudican.
Una actitud contemplativa facilita la toma de consciencia
de la intuición. Si miramos hacia dentro estamos poniendo la atención
en nuestra percepción sensible y ésta nos da un conocimiento intuitivo de la
realidad. ¿De donde se toma este conocimiento intuitivo?. El intento de
responder a esta pregunta nos ha dado pie para iniciar un “debate” sobre
nuestra comunicación con el espíritu, si tomamos la intuición como el
conocimiento que es directo, inmediato y evidente, sin la intervención de la
deducción del razonamiento.
¿Podemos desarrollar la capacidad de “conectar” con la
intuición de manera voluntaria?.
Si podemos siempre que lo deseemos de verdad y luchemos por conseguirlo con toda honestidad
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