La meditación consiste en concentrarse en aquellos temas de
los que queremos alcanzar nuevos significados, o significados superiores. El
conocimiento que se obtiene como resultado de la meditación no tiene fin ya que
la información recibida siempre es objeto de una nueva meditación, y así
interminablemente. El hecho de alcanzar nuevos significados siempre se da mediante
la experiencia. Las experiencias nos cambian. Al meditar avanzamos desde una
forma, a través de un vacío momentáneo, a otra forma superior.
Lo mismo pasa con la creatividad, también trata de encontrar
nuevos significados. El encuentro de esos nuevos significados también se hace mediante
la experiencia, y su encuentro también nos cambia.
En ambos casos la experiencia se persigue por vía activa.
Cuando nos iniciamos en la meditación comenzamos aprendiendo
a relajarnos y más tarde a concentrar nuestra atención por periodos largos de
tiempo, y ahí, en esa concentración, captamos los significados superiores
mediante la experiencia.
¿Qué hacer para iniciarnos en la creatividad?.
Proponemos iniciar prácticas de creatividad dejando que
surjan “signos” que expresen el “significado” de lo que sentimos, bien “escribiendo”
o “pintando”.
El cambio que se alcanza con la práctica de la creatividad
es tan potente como el que se alcanza con la práctica de la meditación.
Hemos de acordar que tanto en la meditación como en la práctica
de la creatividad primero existe el significado, después el signo.
Pongamos un ejemplo: lo que yo he sentido, la experiencia
que he tenido con este significado, lo he expresado mediante colores puestos en
un espacio y también mediante signos escritos (letras).
Lo mejor es no pensar sobre los signos, sino sentirlos.
Podéis participar si al “leer” los signos de colores
(contemplar la pintura) dejáis que se “convierta” en significado inmaterial (lo
que sentís) y lo volvéis a expresar con signos escritos. Ya es vuestro “significado”
y son vuestros “signos”, estáis creando. Si observáis lo que pasa en vuestro
cuerpo “notaréis” la experiencia.
Te miro sin piedad, aturdido por las noches de luna.
Tu gesto, quieto, esperando una palabra amable, se queda
grabado en las hojas mustias de la esperanza.
Ya no puedo verte sin que los puñales se claven lentamente en
mi vientre, mientras, tu sigues esperando la caricia última que te haga libre.
Te miro con el tiempo golpeando los recuerdos, sin dejar que
la paja se pudra en la parva, sin dejar que tu mano suelte el último suspiro
vestido de silencio.
El viento trae una y otra vez las voces que te llaman, las
que te persiguen por las laderas de tus mejillas y tu mano se abre para
volverse púrpura.
Te miro sin piedad, aturdido por las noches de luna.
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